Lectura Activa
Aunque
toda lectura por definición es activa (frente a la recepción más pasiva a veces
de productos audiovisuales), es indudable que hay niveles de lectura más y
menos activa. Podemos leer simplemente por entretenimiento y dejarnos llevar
por una historia, prescindiendo de su contexto histórico, lenguaje,
significado, autor, tradición literaria... Pero una lectura más activa puede
proporcionar un mayor disfrute de un texto al intentar acceder a todos sus
espacios. La lectura activa se caracteriza por relacionar, interpretar y
valorar. Para ello puede valerse de herramientas muy sencillas como el subrayado,
las anotaciones y el cuaderno de lecturas.
A
través del subrayado podemos recordar fragmentos destacados, palabras o
realidades que desconozcamos para después incorporarlas a nuestra competencia
lectora. A través de las anotaciones al margen se pueden hacer más
visibles relaciones con otras partes del propio texto o de otros textos.
Gracias al cuaderno de lecturas (el formato puede ser variable: fichas,
hojas, libreta, cuaderno, archivos digitales...) podemos favorecer nuestra
capacidad de interpretar las claves fundamentales de una obra mediante una
visión global.
Eso
es lo que múltiples lectores llevan siglos haciendo. Pero lo radicalmente nuevo
era trasladar a la red esas actividades que hacen que una lectura sea activa.
La lectura digital sin más es una realidad que tiene en habla hispana el
impresionante monumento (en permanente crecimiento) que es la Biblioteca
Virtual Cervantes. Que el lector pueda
subrayar su lectura es algo que los nuevos soportes de libro electrónico han
contribuido a normalizar. Pero que una lectura se exprima al máximo en un
proceso de profundización creciente y con un cierto grado de interactividad,
como en “Lectura activa”, no es una oferta corriente.